Cuentos eróticos

El 19 de diciembre participaré en un cabaret de cuentos eróticos. Me lo propusieron y dije que sí, recordando además que los dos primeros relatos que conté en un café teatro fueron sexuales. Supongo que retomaré uno de aquellos dos cuentos.
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He buscado cuentos eróticos en la red, y lo que aparece así, de primeras, enrojecería a un carnicero. (Bueno, en realidad no, no me enrojece ni a mí, que puedo ser pacata a ratos) quizá no enrojece, porque ya no estamos para enrojecernos con nada, pero no entiendo que algunos de esos textos puedan erotizar sino a mentes algo perturbadas, pues no hay en ellos nada placentero, festivo o divertido.

Tampoco quiero perder el tiempo hablando de relatos supuestamente eróticos que no me erotizan. Sólo quiero mencionar que a pesar de que el sexo es una fiesta, y los cuentos son ámbitos extraordinarios, y la confluencia de estos dos hechos maravillosos debería generar placeres sobrehumíticos, muchas veces genera la aberración de no saber pisar lo extraordinario, llevando la fiesta a unos límites inadmisibles. Y me pregunto cómo somos tan tarugos.

Se me ocurre, así, a bote pronto, que el sexo es una de las cosas que más intensamente nos recuerda nuestra naturaleza animal, nuestra bestialidad... Y, todavía más evidente que el hecho de ser animales, nos recuerda que somos cuerpos. Y, aunque esto es así y lo sabemos, tenemos tendencia a rebelarnos contra esta falta de sofisticación, de glamour...

Sin embargo la fiesta nos espera, así que disfrutemos de nuestra corporeidad y de nuestra animalidad.








Amor

Como lo prometido es deuda, aquí va un hermoso texto de Carson McCullers:



"El amor es una experiencia común a dos personas. Pero el hecho de ser una experiencia común no quiere decir que sea una experiencia similar para las dos partes afectadas. Hay el amante y hay el amado, y cada uno de ellos proviene de regiones distintas. Con mucha frecuencia, el amado no es más que un estímulo para el amor acumulado durante años en el corazón del amante. No hay amante que no se dé cuenta de esto, con mayor o menor claridad; en el fondo, sabe que su amor es un amor solitario. Conoce entonces una soledad nueva y extraña, y este conocimiento le hace sufrir. No le queda más que una salida, alojar su amor en su corazón del mejor modo posible; tiene que crearse un nuevo mundo interior, un mundo intenso, extraño y suficiente. Permítasenos añadir que este amante del que estamos hablando no ha de ser necesariamente un joven que ahorra para un anillo de boda; puede ser un hombre, una mujer, un niño, cualquier criatura humana sobre la tierra.

Y el amado puede presentarse bajo cualquier forma. Las personas más inesperadas pueden ser un estímulo para el amor. Se da por ejemplo el caso de un hombre que es ya un abuelo que chochea, pero sigue enamorado de una chica desconocida que vio una tarde en las calles de Cheehaw, hace veinte años. Un predicador puede estar enamorado de una perdida. El amado podrá ser un traidor, un imbécil o un degenerado; y el amante ve sus defectos como todo el mundo, pero su amor no se altera lo más mínimo por eso. La persona más mediocre puede ser objeto de un amor arrebatado, extravagante y bello como los lirios venenosos de las ciénagas. Un hombre bueno puede despertar una pasión violenta y baja, y en algún corazón puede nacer un cariño tierno y sencillo hacia un loco furioso. Es sólo el amante quien determina la valía y la cualidad de todo amor.


Por esta razón, la mayoría preferimos amar a ser amados. Casi todas las personas quieren ser amantes. Y la verdad es que, en el fondo, el convertirse en amados resulta algo intolerable para muchos. El amado teme y odia al amante, y con razón, pues el amante está siempre queriendo desnudar a su amado. El amante fuerza la relación con el amado, aunque esta experiencia no le cause más que dolor."


(Fragmento de la novela corta "Balada del café triste")



¿No es un aspecto suficientemente poderoso en nuestras vidas, como para ocupar gran parte de la temática de nuestros cuentos?.

¿No es enigmático?.

¿No nos obliga a mirarnos de frente, a lanzarnos, a huir, a llegar a los límites de nuestra propia persona?.

Trabajo, salud, DINERO y amor

Publiqué hace algo más de un mes dos entradas que se titulaban Trabajo y Salud.

Después de escribir sobre salud, vi un episodio de Bob Esponja (me encanta) que me pareció que contaba exactamente lo que yo había querido decir en aquel post. Os invito a que lo veáis haciendo click aquí.

Después pretendía seguir haciendo de horóscopo y continuar con el dinero y con el amor. Bueno, pues en ello estoy.
Sobre amor prometo compartir con vosotros un texto de Carson McCullers que me conmueve profundamente, pero otro día.

Hablemos de dinero.

Es curioso que en los horóscopos, uno de los cuatro campos fundamentales de nuestra vida sea el dinero. Es curioso, digo, porque podría formar parte del espacio dedicado al trabajo, y no es así. El dinero tiene una personalidad apabullante.
El dinero en acto tiene un valor practicamente igual a cero, vale el papel o el metal con que está fabricado y ni siquiera, ya que la mayor parte de él está en bancos y se mueve en formas extrañísimas que yo desconozco, en lugar de permanecer metido en un saco dentro de una caja fuerte, como en los dibujos animados y en las películas antiguas... El dinero aquí y ahora no vale nada.
Sólo tiene valor en potencia, y eso es lo que lo hace tan poderoso.

Si tomamos una cantidad cualquiera, por ejemplo 40€, ese dinero en nuestra cartera no es más que unos pedazos de papel, pero potencialmente pueden ser unos zapatos, una comida en un restaurante bueno, 6 ó 7 comidas en un burguer, la comida de toda una familia durante un mes a base de arroces y mucha imaginación, unos billetes de avión a una capital cercana con una compañía low cost... Y mil cosas más. Una vez que lo gastamos en lo que sea, vamos a poner que hemos comprado un jersey, cuatro pares de calcetines y una bufanda, dejamos de tener en la cartera nuestros ridículos pedazos de papel, y a cambio vamos más calentitos y más guapos. El cambio parece bueno, sin embargo nos pesa, ya que al decidirnos por la ropa, hemos renunciado a todo lo demás.
Por eso nos gusta tener dinero, porque mientras lo tenemos hay infinitas posibilidades a nuestro alcance. Y cuanto más dinero más posibilidades.

El dinero es poderoso no por lo que es sino por lo que puede llegar a ser y, en el momento en que lo cambiamos por un bien de uso, pierde todo su valor (a no ser que lo cambiemos por algo que se vaya a convertir en más dinero, como un Van Gogh o el rizapestañas de Marilyn Monroe). Y eso es fascinante.

Todos lo conocemos, todos lo utilizamos, todos sabemos cómo aumentaría ese valor potencial, ese abanico de alternativas, si tuvieramos más. Por eso ocupa un espacio en nuestras vidas y es uno de los protagonistas de nuestros cuentos (todo lo que nos toca, nos identifica y excita nuestras pasiones, ya sean oscuras o puras, forma parte de nuestras historias).
Cuentos infantiles en los que se castiga al avaro y se premia al pobre humilde y desinteresado dándole ese dinero que nunca tuvo y con el que, aunque el cuento no lo diga, no va a saber qué hacer... Hay miles de ejemplos.

Voy a terminar con el fragmento de un cuento. No habla de dinero, pero habla de eso que hay dentro de nosotros que nos impide disfrutar de lo que existe a nuestro alcance en acto, y anhelar poseer (pero solo en potencia, porque sabemos que si logramos hacerlo realidad no nos satisfará) lo que no está en nuestra mano.

No tengo, pues, ninguna gana de no ser, pero sí una desesperada y prepotente voluntad de ser de otro modo, de ser otro. Y tengo también un desesperado deseo de no ser lo que soy, porque soy de tal manera que quiero lo que no podré tener nunca. Yo quiero no ser yo, porque sé que no podré nunca no ser yo.

"No quiero ser el que soy", Giovanni Papini