Casa Pichincha ha sido un lugar de encuentro, de creación. Un escenario abierto a propuestas de todo tipo. Un trampolín al firmamento para todo aquel que quisiera volar. Un abrillantador de estrellas. Una casa...
He tenido la inmensa suerte de asistir como espectadora a muchos de sus cabarets de cuentos, de clown, de circo, de magia, sus noches de improvisación.
He podido disfrutar de alguno de sus talleres.
Y me he subido también a su escenario.
He brillado con sus focos, he sido abrazada por el cálido aplauso de su público, he respirado su aire.
Adios Pichincha. Hasta siempre.
Muchísimas gracias por todo
***