Otra vez mentirosos

La mentira puede ser algo muy creativo. Pero, claro, no toda mentira lo es.

Cuando oímos la palabra mentira normalmente pensamos, digamos, en la mala mentira. En esa que sirve para que se escondan los cobardes. La mentira rastrera, interesada y dañina. Esa mentira no tiene en absoluto que ver con el cuento.
Pero hay otro tipo de mentira, que me encanta y de la que participo abiertamente, que es la mentira creativa.
Esa mentira sirve para ofrecer un lugar distinto, un ámbito extraordinario, un espacio en el que aprender de una experiencia que nunca se ha tenido, pero que en realidad se está teniendo.
Son las mentiras de alguien que es más feliz mientras miente, las mentiras de quien hace feliz, por un momento, a sus interlocutores. Las mentiras del protagonista de Big Fish, las mentiras que aportan, que son vida dentro de la vida, las mentiras que se vuelven verdades dentro de su propia realidad realísima.

Esas mentiras y el cuento son primos hermanos.
El cuento no deja de ser la historia falsa de unos personajes que nunca existieron.
Y los cuentos protagonizados por mentirosos ya son una delicia, porque juegan con la mentira dentro de una mentira.
Estoy preparando un espectáculo de cuentos sobre mentirosos compulsivos.
Ya veremos o no cuántas mentiras (o cuántas verdades) se cuentan.

Taller de cuentacuentos y narración oral

Empiezo el curso con un nuevo taller de cuentacuentos.


Tendrá lugar el domingo 2 de octubre, en la escuela Creamundos.

C/Butrón 29. 28022 Madrid.


El taller durará 6 horas. Y está destinado a adultos, con o si experiencia en dramatización, amantes de los cuentos y las historias.


El temario es el siguiente:

-Elección del cuento.

-Estructura del cuento (preparación del cuento).

-Preparación personal (relajación).

-Presencia en el escenario: expresión corporal.

-La voz: entonación, modulación y proyección.

-El ritmo narrativo: nodos de atención e importancia de los silencios.

-La escucha activa.

-Búsqueda del propio narrador. Fortalezas y debilidades de cada uno, aprender a explotarlas.


El taller es muy práctico. La primera hora es más teórica, sobre cómo se elige y se prepara un cuento, y a partir de ahí estaremos continuamente saliendo a escena o disfrutando de las actuaciones de nuestros compañeros.

Trabajaremos sobre textos que os facilitaré durante el curso, sobre cuentos tradicionales que ya conocemos y sobre improvisación. por lo que no es necesario traer ningún cuento preparado.


El horario es de 11:00 a 14:00h. y de 15:30 a 18:30h.


Y el precio: 25€


Si te interesa no dudes en ponerte en contacto conmigo:

Gema: 690641361

Los cuentos bisexuales

“Desperté en casa de Catalina O’Hara. Mientras desayunaba, muy temprano (María no estaba, el resto de la casa dormía), con Catalina y su hijito Davy, a quien tenía que llevar a la guardería, recordé que la noche anterior, cuando ya sólo quedábamos unos pocos, Ernesto San Epifanio dijo que existía literatura heterosexual, homosexual y bisexual. Las novelas, generalmente, eran heterosexuales, la poesía, en cambio, era absolutamente homosexual, los cuentos, deduzco, eran bisexuales, aunque esto no lo dijo.

Dentro del inmenso océano de la poesía distinguía varias corrientes: maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas, ninfos y filenos. Las dos corrientes mayores, sin embargo, eran las de los maricones y la de los maricas. Walt Whitman, por ejemplo, era un poeta maricón. Pablo Neruda, un poeta marica. William Blake era maricón, sin asomo de duda, y Octavio Paz marica. Borges era fileno, es decir de improviso podía ser maricón y de improviso simplemente asexual. Rubén Darío era una loca, de hecho la reina y el paradigma de las locas.

–En nuestra lengua, claro está –aclaró–; en el mundo ancho y ajeno el paradigma sigue siendo Verlaine el Generoso.

Una loca, según San Epifanio, estaba más cerca del manicomio florido y de las alucinaciones en carne viva mientras que los maricones y los maricas vagaban sincopadamente de la Ética a la Estética y viceversa. Cernuda, el querido Cernuda, era un ninfo y en ocasiones de gran amargura un poeta maricón, mientras que Guillén, Aleixandre y Alberti podían ser considerados mariquita, bujarrón y marica, respectivamente. Los poetas tipo Carlos Pellicer eran, por regla general, bujarrones, mientras que poetas como Tablada, Novo, Renato Leduc eran mariquitas. De hecho la poesía mexicana carecía de poetas maricones, aunque algún optimista pudiera pensar que allí estaba López Velarde o Efraín Huerta. Maricas, en cambio, abundaban, desde el matón (aunque por un segundo yo escuché mafioso) Díaz Mirón hasta el conspicuo Homero Aridjis. Debíamos remontarnos a Amado Nervo (silbidos) para hallar a un poeta de verdad, es decir a un poeta maricón, y no a un fileno como el ahora famoso y reivindicado potosino Manuel José Othón, un pesado donde los haya. Y hablando de pesados: mariposa era Manuel Acuña y ninfo de los bosques de Grecia José Joaquín Pesado, perennes padrotes de cierta lírica mexicana.

–¿Y Efrén Rebolledo? –pregunté yo.

–Un marica menorcísimo. Su única virtud es la de ser si no el único, el primer poeta mexicano que publicó un libro en Tokio, Rimas japonesas, 1909. Era diplomático, por supuesto.

El panorama poético, después de todo, era básicamente la lucha (subterránea), el resultado de la pugna entre poetas maricones y poetas maricas por hacerse con la palabra. Los mariquitas, según San Epifanio, eran poetas maricones en su sangre que por debilidad o comodidad convivían y acataban –aunque no siempre– los parámetros estéticos y vitales de los maricas. En España, en Francia y en Italia los poetas maricas han sido legión, decía, al contrario de lo que podría pensar un lector no excesivamente atento. Lo que sucedía era que un poeta maricón como Leopardi, por ejemplo, reconstruye de alguna manera a los maricas como Ungaretti, Montale y Quasimodo, el trío de la muerte.

–De igual modo Pasolini repinta a la mariquería italiana actual, véase el caso del pobre Sanguinetti (con Pavese no me meto, era una loca triste, ejemplar único de su especie, o con Dino Campana, que come en mesa aparte, la mesa de las locas terminales). Para no hablar de Francia, gran lengua de fagocitadores, en donde cien poetas maricones, desde Villon hasta nuestra admirada Sophie Podolski cobijaron, cobijan y cobijarán con la sangre de sus tetas a diez mil poetas maricas con su corte de filenos, ninfos, bujarrones y mariposas, excelsos directores de revistas literarias, grandes traductores, pequeños funcionarios y grandísimos diplomáticos del Reino de las Letras (véase, si no, el lamentable y siniestro discurrir de los poetas de Tel Quel). Y no digamos nada de la mariconería de la Revolución Rusa en donde, si hemos de ser sinceros, sólo hubo un poeta maricón, uno solo.

–¿Quién? –le preguntaron.

–¿Maiacovski?

–No.

–¿Esenin?

–Tampoco.

–¿Pasternak, Blok, Mandelstam, Ajmátova?

–Menos.

–Dilo de una vez Ernesto, que me estoy comiendo las uñas.

–Sólo uno –dijo San Epifanio–, y ahora te saco de la duda, pero eso sí, maricón de las estepas y de las nieves, maricón de la cabeza a los pies: Khlebnikov.

Hubo opiniones para todos los gustos.

–Y en Latinoamérica, ¿cuántos maricones verdaderos podemos encontrar? Vallejo y Martín Adán. Punto y aparte. ¿Macedonio Fernández, tal vez? El resto, maricas tipo Huidobro, mariposas tipo Alfonso Cortés (aunque este tiene versos de maricona auténtica), bujarrones tipo León de Greiff, ninfos abujarronados tipo Pablo de Rohka (con ramalazos de loca que hubieran vuelto loco a Lacan), mariquitas tipo Lezama Lima, falso lector de Góngora y junto con Lezama todos los poetas de la Revolución Cubana (Diego, Vitier, el horrible Retamar, el penoso Guillén, la inconsolable Fina García) excepto Rogelio Nogueras, que es un encanto y una ninfa con espíritu de maricón juguetón. Pero sigamos. En Nicaragua dominan mariposas tipo Coronel Urtecho o maricas con voluntad de filenos, tipo Ernesto Cardenal. Maricas también son los Contemporáneos de México…

–¡No –gritó Belano–, Gilberto Owen no!

–De hecho –prosiguió imperturbable San Epifanio–, Muerte sin fin es junto con la poesía de Paz, La Marsellesa de los nerviosísimos y sedentarios poetas mexicanos maricas. Más nombres: Gelman, ninfo, Benedetti, marica, Nicanor Parra, mariquita con algo de maricón, Westphalen, loca, Enrique Lihn, mariquita, Girondo, mariposa, Rubén Bonifaz Nuño, bujarrón amariposado, Sabines, bujarrón abujarronado, nuestro querido e intocable Josemilio Pe, loca. Y volvamos a España, volvamos a los orígenes –silbidos–: Góngora y Quevedo, maricas; San Juan de la Cruz y Fray Luis de León, maricones. Los primeros piden hasta en sueños una verga de treinta centímetros que los abra y fecunde, pero a la hora de la verdad les cuesta Dios y ayuda encamarse con sus padrotes del alma. Los maricones, en cambio, pareciera que vivan permanentemente con una estaca removiéndoles las entrañas y cuando se miran en un espejo (acto que aman y odian con toda su alma) descubren en sus propios ojos hundidos la identidad del Chulo de la Muerte. El chulo, para maricones y maricas, es la palabra que atraviesa ilesa los dominios de la nada (o del silencio o de la otredad). Por lo demás, y con buena voluntad, nada impide que maricas y maricones sean buenos amigos, se plagien con finura, se critiquen o se alaben, se publiquen o se oculten mutuamente en el furibundo y moribundo país de las letras.

–¿Y Cesárea Tinajero, es una poeta maricona o marica? –preguntó alguien. No reconocí la voz.

–Ah, Cesárea Tinajero es el horror –dijo San Epifanio.”
Roberto Bolaño en "Detectives Salvajes"

Hoy me he encontrado con este texto, y... me parece curiosísimo. Y no sé si me acaba de convencer este análisis de la poesía, lo tendría que pensar todavía un poco más, pero es verdad que resulta muy divertido.
Y sin embargo, y quizá porque el personaje de Bolaño no desarrolla la idea, me atrae profundamente el hecho de que los cuentos sean bisexuales.

Son bisexuales porque no se privan de nada, ni del argumento, ni de la brevedad. No se privan del jugueteo, de la contundencia, la forma, el fondo, el análisis, ni tampoco de la inmediatez que surge de la primera intuición.

Y son bisexuales, en relación a la poesía o a la novela (vistas ambas desde un punto de vista masculino, claro. La bisexualidad no necesita de un punto de vista), porque la poesía sobre todo te penetra, y sin embargo en la novela es uno quien penetra y se ve envuelto. Pero el cuento lo permite todo y todo lo pide. Uno penetra y es penetrado al mismo tiempo, y no hay manera de evitarlo.

Casa Pichincha

Casa Pichincha ha sido un lugar de encuentro, de creación. Un escenario abierto a propuestas de todo tipo. Un trampolín al firmamento para todo aquel que quisiera volar. Un abrillantador de estrellas. Una casa...

He tenido la inmensa suerte de asistir como espectadora a muchos de sus cabarets de cuentos, de clown, de circo, de magia, sus noches de improvisación.

He podido disfrutar de alguno de sus talleres.

Y me he subido también a su escenario.

He brillado con sus focos, he sido abrazada por el cálido aplauso de su público, he respirado su aire.


Adios Pichincha. Hasta siempre.


Muchísimas gracias por todo



***

Seducida por un cuento... tras otro

Me estoy leyendo, y voy acarreando a todas partes, un libro de cuentos de Dino Buzzati.

Algunos de los cuentos son muy cortos, una página, página y media...

No son difíciles de leer, están redactados con sencillez.

Y, pese a todo, me está ocurriendo con estos cuentos que no puedo leerme uno detrás de otro.

Me di cuenta ayer. Me leí un cuento cortísimo de un tirón, empecé el siguiente y debí leer el primer párrafo 6, 7, incluso 10 veces, sin enterarme en absoluto de lo que estaba leyendo. Así que lo dejé.

Hoy he tomado el libro y me he leído el cuento que ayer no pude leer. Lo he leído sin tener que parar, sin ningún tipo de dificultad. Un cuento de una página.
Después he tratado de comenzar el siguiente y nada, otra vez lo mismo, no me enteraba de nada.

Quiero compartir ese pequeño cuento (ese que ayer no pude leer y que me he leído hoy) con vosotros:

LA GRABADORA

Le había dicho (muy bajito) le había suplicado estate callada por favor, la grabadora está grabando de la radio no hagas ruido sabes que lo adoro, está grabando El Rey Arturo de Purcell, precioso, puro. Pero ella exasperante pasota canalla de aquí para allá con los tacones rotundos por el puro gusto de verlo sulfurarse y luego se aclaraba la voz y luego tosía (aposta) y luego reía socarronamente sola y encendía el fósforo de modo que hiciera el máximo ruido y luego de nuevo pasos vigorosos de aquí para allá arrogante, y mientras Purcell Mozart Bach Palestrina los puros y divinos sonaban inútilmente, ella miserable pulga piojo angustia de mi vida, así no era posible durar.
Y ahora, después de tanto tiempo, él pone en marcha la vieja cinta de marras, vuelve el maestro, el sumo, vuelve Purcell Bach Mozart Palestrina.
Ella ya no está, se ha ido, lo ha dejado, ha preferido dejarlo, él no sabe siquiera vagamente dónde habrá ido a parar.
Aquí están Purcell Mozart Bach Palestrina sonando sonando más que estúpidos insoportables nauseabundos.
Aquel repiqueteo de aquí para allá, aquellos tacones, aquellas risitas (la segunda especialmente), aquella carraspera en la garganta, la tos. Ésa sí, música divina.
Él escucha. Bajo la luz de la lámpara, sentado, escucha. Petrificado en el viejo sillón hundido, escucha. Sin mover mínimamente ninguno de sus miembros, está sentado escuchando: aquellos ruidos, aquellos gritos, aquella tos, aquellos sonidos adorados, supremos. Que ya no existen, nunca más existirán.


No sé, quizá ha sido el ruido de los tacones de ella, su tos, lo que no me dejaba entrar en el siguiente cuento.

Curso-taller de cuentacuentos

Después de tanto tiempo contando, me decidí hace relativamente poco a impartir cursos de cuentacuentos.

Hasta ahora he realizado dos talleres intensivos, de 6 horas. Ayer fue el segundo, tres meses después del primero, con distinto grupo y más o menos el mismo guión y los mismos ejercicios. Fue genial.


Preparar un curso significa pasar revista a mi manera de hacer. Desde que elijo el cuento hasta que llega el momento de contarlo delante del público.
Ser consciente de todas mis herramientas, de mis recursos y artimañas.

Y la preparación plantea también una pregunta necesaria: ¿cómo lo podría hacer mejor? Para que mis alumnos no repitan mis errores.

Así que aprendo muchísimo.

Y luego hay más. Luego está la ejecución del curso, con todos los que vienen al taller. Cada uno con su voz, sus gestos, su mirada... Cada uno transmitiendo de una manera distinta.

Me encanta.

Queja de la moraleja

Me quejo, sí, me quejo. ¡Cómo me quejo!. Me quejo de las moralejas, de los cuentos construidos alrededor de las moralejas; y de los cuentacuentos que se empeñan en darles una enseñanza forzada, y que sólo sirve para gloria del cuentacuentos, a maravillosas historias hechas sólo para ser maravillosas.

Ya he hablado un poco de esto antes, en una entrada que titulé Salud.

Pero hoy quiero seguir quejándome. Y hoy me quejo de esos (escritores o contadores), que se creen llenos de buena voluntad e iluminación y se erigen nuestros gurúes. Y nos llenan de moralejas y nos pervierten los cuentos...

La moraleja es la prostitución del cuento.

Déjennos... Queremos el cuento. Queremos leerlo y hacerlo nuestro. Queremos llevarlo a nuestra experiencia y sentirnos felices de habernos encontrado con él. No nos lo chafen... por favor.