Seducida por un cuento... tras otro

Me estoy leyendo, y voy acarreando a todas partes, un libro de cuentos de Dino Buzzati.

Algunos de los cuentos son muy cortos, una página, página y media...

No son difíciles de leer, están redactados con sencillez.

Y, pese a todo, me está ocurriendo con estos cuentos que no puedo leerme uno detrás de otro.

Me di cuenta ayer. Me leí un cuento cortísimo de un tirón, empecé el siguiente y debí leer el primer párrafo 6, 7, incluso 10 veces, sin enterarme en absoluto de lo que estaba leyendo. Así que lo dejé.

Hoy he tomado el libro y me he leído el cuento que ayer no pude leer. Lo he leído sin tener que parar, sin ningún tipo de dificultad. Un cuento de una página.
Después he tratado de comenzar el siguiente y nada, otra vez lo mismo, no me enteraba de nada.

Quiero compartir ese pequeño cuento (ese que ayer no pude leer y que me he leído hoy) con vosotros:

LA GRABADORA

Le había dicho (muy bajito) le había suplicado estate callada por favor, la grabadora está grabando de la radio no hagas ruido sabes que lo adoro, está grabando El Rey Arturo de Purcell, precioso, puro. Pero ella exasperante pasota canalla de aquí para allá con los tacones rotundos por el puro gusto de verlo sulfurarse y luego se aclaraba la voz y luego tosía (aposta) y luego reía socarronamente sola y encendía el fósforo de modo que hiciera el máximo ruido y luego de nuevo pasos vigorosos de aquí para allá arrogante, y mientras Purcell Mozart Bach Palestrina los puros y divinos sonaban inútilmente, ella miserable pulga piojo angustia de mi vida, así no era posible durar.
Y ahora, después de tanto tiempo, él pone en marcha la vieja cinta de marras, vuelve el maestro, el sumo, vuelve Purcell Bach Mozart Palestrina.
Ella ya no está, se ha ido, lo ha dejado, ha preferido dejarlo, él no sabe siquiera vagamente dónde habrá ido a parar.
Aquí están Purcell Mozart Bach Palestrina sonando sonando más que estúpidos insoportables nauseabundos.
Aquel repiqueteo de aquí para allá, aquellos tacones, aquellas risitas (la segunda especialmente), aquella carraspera en la garganta, la tos. Ésa sí, música divina.
Él escucha. Bajo la luz de la lámpara, sentado, escucha. Petrificado en el viejo sillón hundido, escucha. Sin mover mínimamente ninguno de sus miembros, está sentado escuchando: aquellos ruidos, aquellos gritos, aquella tos, aquellos sonidos adorados, supremos. Que ya no existen, nunca más existirán.


No sé, quizá ha sido el ruido de los tacones de ella, su tos, lo que no me dejaba entrar en el siguiente cuento.

3 comentarios:

  1. Curioso. Por el contrario muchos escritores afirman que la escritura de cuentos tolera, incluso estimula, la promiscuidad redactora. También dicen que la novela es monógama, y solo admite un asociado. Cuando un cuento se ensancha, fruto del germen de una novela, hay que podarlo o amputarlo. Se corre el riesgo de que reduzca al resto de cuentos en marcha.
    Confirmo tu experiencia; soy un promiscuo picoteador de novelas, pero incapaz de mezclar sorbitos.

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  2. Olvide decir que soy Jaime desde Pamplona

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  3. Me gustan los cuentos, pero no puedo pasar de uno a otro sin más. Cada cuento te mete en un mundo y en una historia, y saltar de uno a otro es agotador.
    (Y más con Buzzati).
    A veces, por leer un libro de cuentos en orden y todo seguido, se pasan por alto cuentos magníficos, porque los hemos leído distraídos o abrumados por el cuento anterior.

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